El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

jueves, junio 15, 2006

Tengo cara de piruja, dicen los Andraca

Pero quién me manda, quién.
Yo sabía a lo que iba.
Yo conozco a mi familia.
Pero, ahí voy, necia yo.
Además, pues era la boda de mi primo.
Tenía que ir, pues.
Pero quién me manda, quién.
Ahí me tienen seis horas con Santiago.
Pinte que pinte el cabello.
Güera por acá, ceniza por allá.
Luces en el centro, destellos plata en los costados.
Y yo de habladora:
—Hazme chinos, Chago.
—Sí, Selene.
Mi madre olvidó decirme que el bodorrio era de día.
Ahí voy yo con zapatillas negras con puntos plateados.
Pantalón corto negro platinado.
Y una blusa con un escote, que sólo el ombligo no se ve.
Blusa que, por cierto, mi madre vomita.
Dice ella —mi mamá— que se me ve la chichi.
Como sea, ya eran casi las 12 del día y yo no sabía que ponerme.
Sabía bien que usara lo que usara,
mi familia se encargaría de hacerme pedazos.
—Claro está, no sabía de que manera—.
Dania, mi cuñada y una de mis mejores amigas de toda la vida,
entró en la escena:
—Te presto un vestido azul que combina con tus otras zapatillas.
—Ajá, como veas.
Yo ví el vestido y pensé: dios me salve.
Pero así soy, pues. Como digo una cosa, digo otra.
Que me mido el vestido.
Ya con chinos y todo.
Que me gusta.
Que me lo pongo y que me lo llevo a la chingada fiesta.
Y me voy a la party, caminando como pato —por las chingadas zapatillas—.
Entré detrás de mi hermano y de Dania.
Con la pañalera de Augusto y la cámara fotográfica de Irlanda.
Quimi y Dania entran. Yo me quedo atrás saludando a mis primos.

***

En la mesa familiar.
En la que se sientan las tías gordas y frustradas, comienza la plática.
—¿Ya vieron a esa rubia?
—Sí, se ve que es re puta.
—Creo que es Selene.
—Ah, por eso.

***

—Hola tías.
—Hola mija.
Y empezó una plática sin sentido sobre la felicidad y comodidad.

***

—¿Ya tienes novio Selene?
—No, tía.
—¿Pero, ya mero no?
—No creo tía.
—¿Disfrutas tu soltería, no?
—Sí, mucho.
—Eres la única soltera en la familia ¿sabes?
—Sí, gracias a Dios.
—¿No te sientes rara?
—No, tía.
—Ya déjenla en paz— dijo Irlanda, mi hermana.
Empezó una nueva plática sobre le cristianismo.
—¿Conoces cristianos?
—Sí. Incluso tengo un amigo muy cercano,
hasta a su madre conozco.
—¿Conoces a la mamá de un cristiano?— me preguntó una prima.
—Ajá.
—¿Y qué te dijo la mamá?
—Mmm, pues hola. No sé, no me acuerdo.
—Pobre señora, seguro que cuando te vio,
pensó: Esta muchacha anda con uno y luego con otro.
—¿Qué? Ahora soy una come-hombres ¿O qué pedo?
—Pues sí, tienes una cara de piruja que no puedes con ella.
—…

(Situación incómoda)

Silencio en la mesa familiar.

—Sí, pero piruja barata, de a peso el palo,
incluye cuarto, condón y una manzanita marca libre.

Pero quién me manda, quién.
(Chequen el cierre de mi fiesta familiar)

—Mamá, una de tus sobrinas dice que tengo cara de “piruja”
—…Bueno, Selene, con esos pelos rubios ¿qué esperabas?
¡Zas!
Al final me dijo que no era cierto.
La familia Andraca piensa que soy una piruja.
Mi madre también.
Y mientras mi familia es folclórica, yo tengo cara de piruja.