El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

lunes, enero 14, 2008

Síndrome premenstrual


Apenas habían pasado cuatro días y volví a casa.
Eran las ocho de la mañana cuando mi madre abrió la puerta.
Durante el viaje, imaginé el rostro que pondría mi hermana cuando
le mostrara su nuevo abrigo.
Brincaría de gusto y se lo mediría enseguida.
—Checa lo que hay dentro y dime para quién es— le solté en el comedor
—A ver…— dijo escrutando en la bolsa, mientras sonreía nerviosa.
—¡Ay! ¿Es para mí?
—Sí— respondí, mientras ella corría al espejo del cuarto de su hija a medírselo.
***
Desayunando el tradicional huevo con chile que prepara mi mami, mi hermana soltó:
—Estoy muy triste por mi casa
—¿Pog?— pregunté con medio taco de huevo con chile en la boca.
—La recámara grande quedó chiquita.
—Jajaja ¿qué dices?
—Que en la recámara principal no cabe la cama que ví en el catálogo
—¿Cuál catálogo?
—Uno que compré una vez que empecé a construir el departamento.

—¿Y qué pasa con la recámara principal?
—¡No me caben dos burós!
—Ajá… entiendo la frustración ¿Y las otras recámaras?
—¡Están enormes!
—¿Y por qué no te vas a una de esas?
—Porque la principal tiene baño…
***
Antes de terminar con el desayuno, entró mi hermano
y también ingeniero de la obra.
—Manito, la gorda no está contenta con su departamento.
—Aguanten, ahorita vuelvo, me llaman
***
—Manito, que la gorda no está contenta
—A ver ¿qué pasó?
—Es que no quepo, . Necesito una recámara grande, que entre una cama grande.
—¿Y qué propones?
—Que lo agrandes
—¿Por qué no tomas otra recámara?
—Porque quiero esa
—Bueno, si tumbamos este muro de aquí (dijo señalando el plano)
ganarías 50 centímetros.
—¿Ya me caben mis dos burós?
—Sí.
—También cambia la puerta de lugar, quiero entrar por la sala.
—Está bien.
—Oye— intercepté —¿cuánto le costará tirar el muro?
—Mmm… pues ese ya está repechado, como 5 mil pesos construirlo
de nuevo más la tirada, es mano de obra.
—¿Estás segura?— pregunté.
En esos momentos (ya estábamos en la recámara) Ella caminó vacilante hacia el armario.
Se escondió entre la ropa. No decía nada.
Mi hermano y yo discutíamos la ampliación.
Ella viró y sus ojos estaban inyectados de lágrimas.
Mi hermano y yo enmudecimos.
Se sentó en la orilla de una cama, sin decir nada.
Sollozaba.
Se limpiaba las lágrimas e intentaba decir algo, pero se ahogaba en su llanto.
—Ya voy a tumbar tu muro, manita, ya no llores.
—Ya gorda, al rato se arregla todo.
Ella seguía llorando, inconsolable en la orilla de la cama.

Mi madre escuchaba todo de lejos.
—¡Yaaaaa Itaaaaaaaaaa trrranquilízaaaateee!—
gritó mi madre tartamuda desde su recamara, lugar que le fue imposible abandonar,
pues minutos antes había decidido prender un aparato que le hace vibrar
—uno que venden en la tele—, llamado Slow Motion, o algo parecido.

—Es que 50 centímetros son muchos ¿verdad, Selene?
—Mmm… no sé calcular, gorda. Supongo que sí. Cabría tu segundo buró.
—Sí, eso quiero— repuso ya más tranquila.
***
Al medio día, Ita y yo andábamos en el centro de la ciudad.
Ella arregló unos asuntos pendientes con un paciente,
y yo simplemente la esperé en una banqueta.
Una hora más tarde, rumbo a su consultorio en Santa Fé me dijo:
—Creo que 50 centímetros son pocos ¿no crees?
—Mmm, pues creo que sí cabría tu segundo buró.
—¿Pero más de cinco mil pesos?
—Mira, cada vez que lo veas, le dirás ¡Tumbé un muro por ti!
—Márcale al gordo— dijo nuevamente con lágrimas en los ojos.
—¿Qué te pasa?
—No quiero tirar el muro
—¿Pero, por qué lloras?
—No sé, manita…
—¿Estás bien?
—Es que voy a menstruar…
—¡No mames! Jajaja ¿Tiraste un muro por síndrome premenstrual?
—Sí, creo que sí…buuuuuuaaaaaaa
Buaaaa.
Lloró y lloró.


Aunque los albañiles ya tenían órdenes de deshacer el muro al medio día,
prefirieron abrir sus respectivos desayunos,
para fortuna de las hormonas de mi hermana, de mi hermana y de todos nosotros.
La imagen fue extraída de: www.aransite.com.ar/Obra38.htm