El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

jueves, enero 27, 2005

El fotógrafo y la niña

Existen varias versiones sobre su historia.
Nadie la conoce a fondo, excepto ellos.
Un fotógrafo y una niña.
Él tiene como 60 años y es fotógrafo de un pasquín.
Ella tiene como 16 años y saca fotos junto a su inseparable artista, aunque de vez en vez mete la grabadora en las declaraciones de los politiquillos.
Muchos dicen que es su hija.
Otros dicen que es su esposa.
Hay quien osa decir que nomás se la anda cogiendo.
Pero en sí, nadie sabe nada, excepto ellos.
Él la toma de la mano, cuando andan en el zócalo.
La abraza cuando los pubertos del bachillerato de “José María la Fragua” la ven con deseo y lujuria.
Es una historia de amor, de dos.
Una historia entre un fotógrafo y una niña, que nadie conoce.
Mi historia:
La conoció un domingo de Corpus Cristi, en el patio de la capilla del Rosario. Era la primera vez que ella visitaba la capital, y tendría como unos tres años y estaba divertidísima correteando al globero.
—¡mamá! ¡quiero un globo!
—No mijita, no tenemos dinero.
El fotógrafo iniciaba sus “chambitas” sacando placas a los niños, y cuando la vio vestida con un trajecito verde pastel y con los mocos secos embarrados hasta el cachete, sus ojos brillaron y su vida cambió.
La niña no tenía papá. Nació un llovioso y soleado 12 de agosto en Chautla de Juárez.
Su madre se dedicaba a coser vestidos y a remendar pantalones viejos.
Su padre vendía mariguana y semilla de amapola. Y un día, sin más, fue encontrado muerto junto a la casa del cacique del pueblo a causa de 8 balazos en la cabeza.
Nadie resultó culpable. Sólo murió, cuando la niña tenía 2 años y medio.
La madre tenía otros ocho hijos, 5 varones y tres hembras.
La niña era la menor.
Su hermano el de en medio partió a los Estados Unidos a buscar una mejor vida. La niña ni se enteró.
Aprendió a asar chiles y hacer tortillas a pelo en la vieja cocina de adobe de su casita de Chautla.
Creció desnutrida y lombricienta.
Lacia como las hojas de un pino.
Morena como las axilas de una memelera.
***
Ese día de Corpus Cristi, cuando el fotógrafo conoció a la niña, se acercó a su madre y le dijo:
—Soy fotógrafo, no tengo dinero, pero quiero casarme con su hija. La iré a buscar cuando cumpla los 14 y la amaré el resto de mis días.
—Cómo guste señor. Vinimos de Chautla. Ahí pregunté por mí, la costurera, o por ella, la niña.
Once años más tarde, el fotógrafo visitó a la costurera de Chautla y le entregó 47 fotos de la niña, cuando visitó la capital por primera vez. Le pagó mil 200 pesos, la tomó de la mano y se la llevó.
***
Tal vez sí sea su esposa.
O tal vez se la robó.
Un fotógrafo y una niña.
El fotógrafo y la niña.
Tal vez sea su hija.
O tal vez ella lo conquistó.
Tal vez él abandonó a una esposa y tres hijos, por ir tras de la niña.
O tal vez sólo se enamoraron.
Tal vez es sólo su discípula.
O tal vez sólo se aman.
Un fotógrafo y una niña.
El fotógrafo y la niña.
Una historia de amor entre un fotógrafo y una niña, que nadie conoce, excepto ellos.
El fotógrafo y la niña.
Ahí andan, de la mano.
El fotógrafo y la niña.