El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

jueves, diciembre 23, 2004

Garrapatas a mi pesar

(Antes, debo de quejarme con la puta tecnología, el primer intento del siguiente texto se me borró, ahí va otra vez)

Subió como cuatro kilos desde la última vez que la vi.
En 17 días cumplirá siete años.
Como siempre, hoy y muchos ayeres me olió llegar.
Chilló.
Yo y mi clásico “¿Cómo estás princesa?”
Ella con el mismo tono de los últimos cuatro años y medio me reclamó con un chantajista quejido.
Ella parada sobre sus viejas patas en la solitaria y abandonada azotea viendo hacia la puerta de la casa.
Yo de pie mirando hacia arriba.
El intercambio de sentimientos se dio.
La extrañé mucho al principio.
Me extrañó mucho al principio.
Subió como cuatro kilos desde la última vez que la vi.
Sus patas se cubrieron de canas.
Su lomo, orejas, axilas e ingles de garrapatas.
Sus ojos aún brillan, pero ahora de lágrimas secas.
Su nariz raspada sangró todo el día.
Se mordisqueó el lomo un par de veces.
Cientos de garrapatas la están matando.
La Gorda.
Llegó a mi casa aquel martes nueve de febrero de 1998.
Medía como 15 centímetros.
Nació el 12 de enero de aquel 1998.
Negra crespo, con el pecho blanco.
Ahora con las patas canosas.
Pesa como 40 kilos.
Mide como un metro.
Camina igual, de lado, pero ahora lento.
Tiene un grano en el ojo izquierdo.
También, muchos granitos por las pinches garrapatas.
Desde que me fui, se quedó ahí sola en la azotea.
Cientos de garrapatas invadieron su obeso cuerpo.
Odio las garrapatas.
La lastiman.
La molestan.
La desangran.
Ella ya ni se queja.
Y le están partiendo la madre.
En el verano del 2000, ninguna garrapata en su cuerpo.
Hoy, invierno de 2004, cientos de garrapatas la están matando.
Están ahí solo para recordarme que la abandoné.
Hoy la bajé de la azotea.
Ella sonrió. Se me aventó. Se me acostó en el suelo para sobarle la panza.
Corrió a la calle.
La detuve.
La amarré a la reja de la casa.
Su cola dejó de moverse.
La metió entre las patas.
Una cubeta amarilla llena de agua fría se posó frente a ella.
Odia que la bañen.
La mojé.
La tallé.
En un arranque de coraje y tristeza le comencé a arrancar una a una las garrapatas.
Mientras yo las mataba con una piedrita del jardín, ella intentaba comérselas.
Una a una se las quité de su lomo y de sus orejas, hasta donde el asco me lo permitió.
Con la espuma le acaricié el cuerpo.
Me miraba con melancolía y desprecio.
Además de abandonarla, llego y la baño.
Ya no es lo mismo que aquel 1998, 1999 ó 2000.
Ya no nos queremos igual.
Dicen que antes cuando la bajaban a jugar al jardín corría desesperada a buscarme a mi cuarto.
Ahora ya no.
Sabe que ya no estoy.
Yo antes llegaba corriendo a la azotea a saludarla, a sobarle la panza y a darle de comer.
Ahora ya tampoco.
Aunque yo sí se que está.
La abandoné, aunque a veces la extraño.
Se sabe abandonada y de vez en vez me extraña.
Hoy fuimos otras.
Hoy renacimos por unas cuantas horas nuestro amor.
La paseé por la colonia.
Le compré una oblea grande, de esas de ostias de harina y cajeta. Si vieran como babea con el crujir de la envoltura.
Sonrió.
Se la atragantó.
Después me mandó un beso baboso y lleno de cajeta.
¿Qué remedio? Lo recibí y la besé de igual forma.
Hoy, ambas ya más viejas recordamos la primavera de 1998.
En 17 días cumplirá siete años humanos ¿Cuántos en años caninos?
Yo en 28 días cumpliré 22 años humanos ¿Cuántos en mi especie?
Hoy fingimos que nada pasó en los últimos cuatro años y medio.
Ella con menos garrapatas y con huecos sangrando caminó de lado y a mi lado.
Yo empapada de jabón, mugre y sangre caminé a su lado.
Ahora ambas tenemos garrapatas...
Ella en el lomo, orejas, axila e ingles.
Yo en el orgullo.
A pesar de eso... ella me amó como en aquel verano del 2000.
Yo la amé como en aquel verano del 2000.

1 Comments:

At 6:01 p.m., Blogger zeus said...

Las garrapatas son tan duras como el pinche amor: Arranca a ambos y siempre sangras.
A mí, mi perro favorito: "El Pantzer" me abandonó.
Nació en febrero del 88. Yo tenía 13 años. A mi me lo regalaron el 14 de abril de ese año.
En 1998 se saltó de la azotea y desapareció.
Estaba celoso de una perra imbécil que llegó a vivir a la casa.
Ya no era ese perro desmadroso que te mordía las patas cada que te veía y que, cuando te lastimaba, te lamía la herida pidiendo perdón.
Los perros son casi idénticos a sus dueños.
Aunque la neta los dueños son nuestros propios perros.
Ellos determinan parte de nuestras vidas.
Saludos.

 

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