Diciembre se fue; enero ya casi por fin.
Sólo para avisarte que acá todo sigue muy parecido a ayer, similar a esos días hoy ya tan lejanos, en los que me gastaba el día pensando cómo sería nuestro próximo encuentro, la única diferencia es que no recibo nada de tí, ni siquiera una señal de lo que te pasa.
En efecto, otra vez es mi cumpleaños, pero esta vez fue distinto, también. No se nubló el cielo ¿qué raro no? Solías burlarte de mis tristes y nublados cumpleaños; tampoco menstrué como es de costumbre y tampoco esperé el día entero tu llamada.
Pero cuéntame, ¿cómo es esa, tu nueva vida?. Hay noches que pienso cómo vivirás tu nueva etapa y curioso es que no me encelo. Creo que después de ese fatídico día para mí, por fin el ciclo se cerró.
Debo de pedirte perdón por todo lo que hice.
También por todo lo que no te amé.
Y por todo el tiempo en que te amé sin decirlo.
Sólo esperaba este día para decirte adiós.
Hoy, justo al mes en que decidiste cerrarme y cerrarte la entrada.
Y tenía tanto que decirte cuando empecé a escribir esto, pero creo que ya no tiene sentido.
Que quede claro: te amaba.
Y tal vez ese sentimiento no se mueva nunca de donde está, pero ahora el protocolo, el presente, las personas y mi orgullo me impiden decírtelo en presente, porque tanto se ha ocultado que yo también ya lo creo pasado.
Jamás mi intención fue lastimarte.
Jamás pensé en herirte.
Que tengas una buena vida.
La otra, lo juro, gastarmela entera contigo.
Mientras me voy.
Adiós, por fin.
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