Silencio
Silencio. El diablo está por llegar.
Silencio. Satán acaba de entrar.
Hay dudas en el aire y las tijeras persisten en desgarrarme mis respiros. Son las 10 de la mañana, ya la fiesta terminó, pero mi aliento aún sabe a moscas enterradas y mis venas siguen saturadas de alcohol.
He vaciado mis olores en la juerga circense de una noche atropellada, y los gemidos placenteros de un ebrio que cogía no me dejan respirar.
Ya el silencio se ha quebrado tras el vaivén del lago de enfrente. Ya las almas inconscientes han corrido a su lugar.
Es ridículo y patético que esté aún de pié.
Faltan ansias por subir y matarte a escupitajos.
Más vale que guarde la escena en la penumbra del asqueroso rincón de mi escaso cerebro. A veces, cuando resbalo en la mierda de los sueños humanos, la veo de cerca y la puedo tragar.
Sólo esta vez, y no habrá demás.
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