El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

lunes, septiembre 09, 2013

Hay unos zapatos rojos tirados a media calle ¿Cómo llegaron ahí?


Un grito ahogado, lejano, casi reconocible, casi extraño, casi suyo lo expulsó del letargo.
Aún no amanecía cuando un calambre en la pantorrilla derecha le despertó en aquel rincón, acostado, sin calzones, sobre una masa de algodón amorfa que  algún día fue un colchón de bajo presupuesto y dudosa calidad.
Recorrió con la mirada el estrecho cuarto y se detuvo en un hilo de luz amarilla al ras del suelo, que le ayudó a ubicar la puerta. Resopló y su aliento insecticida, lo terminó por despertar.  
Se talló los ojos un par de veces para borrar las neblinas de su mirada.
No lo logró.
Tragó saliva nervioso y se percató que a lo lejos, Rod Stewart serpenteaba en algún lugar de la casa .
If you want my body and you think I'm sexy
Come on, sugar, let me know
If you really need me, just reach out and touch me
Come on, honey, tell me so, tell me so, baby
Respiró profundo y el olor a azufre, a vinagre endulzado y a metal quemado en especias, le
provocó el incontrolable escalofrío de la nuca hasta la punta del dedo gordo del pie.
Tsss.
Antes de que llegaran los temblores y el insoportable ardor en las venas, buscó a tientas sobre el suelo su remedio, pero sólo dio con la cuchara de Garfield color naranja.
A tientas dio con la liga y el encendedor color morado en forma de vagina que le regaló la Güera en aquel último viaje.
 
—Ay wey... 
Extendió la mano derecha a la altura de su cadera y empezó a tocar el suelo.
Nada.
Viró hacia la izquierda.
Nada.
Ni en un lado ni en otro.
Se impulsó hacia adelante y gateó hasta el final del colchón. 
El corazón comenzó a subir dolorosamente hacia la garganta.
"¿Dónde chingados están?"
El estómago le hirvió con el segundo escalofrío que devino en una náusea que murió en un escupitajo amarillo y burbujeante con sabor a centavo revolucionario.
Y con el escupitajo, el miedo a haberla perdido.
La ansiedad de no tenerla.
Una gota de sudor precedió a miles sobre su pegajoso cuerpo.
Encendió la falsa vagina morada y alumbró el remedo de colchón: una traslúcida sábana de flores con restos de humedad se iluminó.

En el suelo,  aquel boquete que dejó cuando rascó el piso tratando de escapar de los monstruos que le visitaban de vez en vez y en medio una jeringa maltrecha, con la aguja doblada, marcada de sangre.

Levantó la falsa vagina y la mirada se le resbaló sobre el suelo vacío.

No estaban en el cuartucho aquel.

Se puso de pie y sintió la cabeza cuadrada. Enorme. Pesada. A tumbos logró llegar al pasillo, ahí sobre el suelo, con la  espalda desnuda contra la puerta del baño distinguió al Busy con la mirada perdida en la pared...

—¡¿Vistes mis converse?!

—¿Eh?

—Que si vistes mis tenis, pendejo.

—¿Eh?


—Que si vistes mis tenis.

—¿Los que tienen al diablo?— dijo al tiempo de dibujar en el aire una figura sin forma.

—No digas mamadas, me urgen...

—Eso dijistes...


—Ya, no chingues... ¿Dónde los puse?

—No sé, carnal, ayer dijistes algo de
la cara del diablo... corristes a la calle como loco porque el diablo se le había metido a tus zapatos…


La imagen fue extraída de: http://www.fondosni.com/wallpapers-gratis/Converse-rojos