El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

miércoles, octubre 12, 2005

Lluvia de Cuervos

Tengo miedo. Hace unas cuantas noches soñé con dientes, sangre, lágrimas y cuervos, ¿sigue siendo eso un presagio de muerte?

Mi muerte
bajo una lluvia de cuervos

Estaba en mi casa tratando de dormir, cuando me percaté que Mundo había rentado parte de la sala, la cocina y el cuarto de lavado a alguien que tenía muchas computadoras.
Corrí a buscarle a la calle y lo encontré fumando en la esquina. Sin pensarlo, le tomé la mano y lo llevé a la casa. A gritos y regaños le exigí que me explicara qué diablos hacían tantas computadoras en mi puta casa, en MÍ CASA.
Mundo, en ese plan que anda, déspota y pedante me dijo: Lo renté ¿y?
¡Diablos! Le grité… Yo no pago la renta, Edmundo, que te quede claro, me largo de la casa…¡cómo quieras! Respondió.
Entré loca, histérica, enfadada y muy encabronada a mi cuarto, tomé mis cosas y miré la casa. Es que no quería irme de mi casa, que se fueran ellos y Edmundo también.
Corrí a la calle a decirle a Edmundo que tomara sus cosas y que se largara con las 20 mil computadoras que había metido ¡en mi cocina! ¡en mi baño! ¡en mi casa!. Pero ya no lo encontré…
Lloré, lloré, demasiado que lloré y me topé a mi madre…
—¿Por qué lloras?
—No me quiero ir de mi casa, que se vaya Mundo, mamá.
—Tranquila
—No mamá, que se vaya ¿por qué rentó mi casa?
—Tranquila.
Subí corriendo al segundo piso de la casa, y en el baño nació la escena más grotesca de la noche: un cristiano —conocido—, una mujer casada —conocida—, el esposo de la mujer casada —conocido— y una rubia mujer extraña.
¡Olía a sexo mi baño!
Y Mundo loco de la risa en el pasillo.
Corrí de la casa a la calle, llorando y sollozando que no quería irme de la casa.
Tomé la autopista hacia ninguna parte.
Mi carro está estrellado contra un árbol en la autopista.
¿Choqué?.
Hay sangre en la autopista.
Tengo sangre en la cabeza.
Cuatro niños en patineta, provocaron mi accidente.
Camino toda histérica y temblándome las piernas, los chicos de la patineta estaban bien… yo no.
Mi madre y mi familia corrieron a verme.
Estoy tirada en el suelo.
Me dispararon.
No choqué… chocaron los cuatro niños de la patineta.
Yo iba caminando.
Me han disparado en la frente.
Una lluvia de cuervos ha destrozado el centro histórico.
Llueven cuervos.
Como la plaga de los “Funerales de Mamá Grande” del Gabo.
Estoy tirada junto a la autopista.
Viendo como los cuervos, siguen cayendo de pico a mi lado
Se me han cristalizado los dientes.
Una vez.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Tienen sangre.
Me desgarran la lengua.
Dolor.
Dolor y cuervos.
Dientes, sangre, dolor y cuervos.
Tengo miedo.
Siguen lloviendo cuervos.
Me llevan cargando entre cuatro personas, entre ellas… mi padre.
Voy boca arriba y con las manos en el pecho.
Cuervos negros caen, a cada paso de ellos que me llevan en sus brazos.
Me están llevando a mi casa.
Recostada en un ataúd, regreso a casa…por fin.
Afuera queda, esa lluvia de cuervos.

martes, octubre 11, 2005

Paranoia

“Suficiente por ahora”.
Esa frase me soporta.
Suficiente…
Suficiente…por ahora.
Enough…enoug now.

Cada vez que cruzas con tu espalda adulterada y anhelas saber el destino de una mujer embolsada en un traje rosa… recurro a ella.

Es leerte y recordármelo.
Es verte y olvidarlo.
Caracol… déjame pasar.