El Ticuí

¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí, Guerrero. Y si pasas algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus jacales... ese es el Ticuí...¿Recuerdas Macondo?

viernes, enero 28, 2005

Consejos iMPrácticos Para Una Vida Infeliz y Pragmática

mI aBuELa SIemPRe dECía:

mIJita cÁsaTE cON qUIeN tE qUIEra, nO CoN eL qUE qUiEraS

mI mADre SIemPRe dECía:

aBRe lOS oJoS Y cIErRa lAS piERnaS.

mI aBuELa SIemPRe dECía:

LOs hoMBreS SÓlo eSo qUIeREn.

mI mADre SIemPRe dECía:

dÁselAS Y vERáS qUE tE dEJa.

A todo esto, cuando llegue tu madre y tu abuela y te pregunten ¿y tú qué?

nIÉgAlo sIEMprE aUNqUE eSTéS dEsNUDa Y eNCimA dE Él.

Un borracho cualquiera

Que quería conmigo
Que moría por mí
Que no es cierto
Que esa era yo
Que yo moría por él.
Total que después de tantos años juntos, creo que ni él quería conmigo, ni yo quería con él.
Estaba pedísimo el día en que intercambiamos nuestra primera sonrisa.
Nos conocimos muchos años antes de aquel miércoles que él iba pedísimo en un viejo autobús del PRI.
Él salía de la Esfaid.
Yo de la Técnica 30.
Él no se reía conmigo, se reía de mí.
¿Por qué?
Yo que sé, él iba pedísimo y era él quien se reía de mí.
No sé cuándo fue, pero nos hicimos cuates.
No recuerdo el día exacto, pero nos hicimos cuates.
Pero ese miércoles, desde la alameda hasta la primera parada en la colonia del PRI, él no dejó de reírse conmigo, ni de mí.
Él tenía 14 años
Yo tenía 12.
Él se enamoró de Susy
Yo de Irving (¿así se escribe?)
Él se hizo novio de Susy
Yo me hice novia de Irving.
Él tardó como un año y tantos meses de la mano de Susy
Yo con Irving, ni el mes hicimos.
Susy le prohibió llevarse conmigo.
Él, pese a él, la obedeció.
Un día, sin más ni más, pasó frente a la papelería. Deshecho.
Se sentó en la escalera y empezó a hablar.
Yo salí de la papelería y me senté a escuchar.
—Qué chingue a su madre tu pendeja prima.
—Sí, que chingue a su madre.
Creo que fue ese día, cuando nos hicimos cuates.
¡Claro que fue ese día!
Él ya tenía como 15
Yo tenía 13,tal vez
Y ese día sucedió
Que él quería conmigo
Que yo quería con él.
Un día, en un viejo autobús del PRI, un borracho cualquiera no me dejó de sonreír.
Él ya tiene 24 y cumple 25 el próximo 29 de abril
Yo ya tengo 22.
Seguimos en las mismas.
Creo que al final, los dos queríamos con los dos. Pero optamos por lo que tenemos.
En efecto, yo me enamoré de él, y él de mí también.
Por eso, hoy después de tantos años, seguimos juntos.
Sino ¿qué caso tendría todo?
Él me quiere
Yo lo quiero
A ese, borracho cualquiera, carajo, cuánto lo quiero.
Ossiel: esta va por ti.


jueves, enero 27, 2005

Cinco grados bajo mar

Ya lleva 28 días en el barco...
28 días que sólo ve el mar.
Sólo mar por 28 días.
Cuatro puntos cardinales repletos de agua salada.
Ya no recuerda el sonido que emerge cuando una ola revienta.
Todo es mar.
Agua salada.
Un vaivén entre el viento y su barco.
Ya lleva 28 días en el barco
Y ya comienzan los estragos del encierro liberado.
El mar es libertad, pero 28 días en él, es un encierro.
Está varado entre kilolitros de dos moléculas de hidrógeno, una de oxígeno y miles de sodio.
Tiene frío y está solo.
La complexión del mar, le crearon una idea de lo digital, lo analógico y lo tangible.
Soledad. Mar. Digital.
Ya lleva 28 días en el mar.
28 días en el intestino del Golfo de México.
Un contenedor a cinco grados bajo cero.
Muere de frío.
Dos lunas llenas han pasado desde que naufragó.
Menstrua ya. 28 días y el mar.
Sólo, frío y el mar
Él, sus dedos. Soledad y el intestino de un mar.

El fotógrafo y la niña

Existen varias versiones sobre su historia.
Nadie la conoce a fondo, excepto ellos.
Un fotógrafo y una niña.
Él tiene como 60 años y es fotógrafo de un pasquín.
Ella tiene como 16 años y saca fotos junto a su inseparable artista, aunque de vez en vez mete la grabadora en las declaraciones de los politiquillos.
Muchos dicen que es su hija.
Otros dicen que es su esposa.
Hay quien osa decir que nomás se la anda cogiendo.
Pero en sí, nadie sabe nada, excepto ellos.
Él la toma de la mano, cuando andan en el zócalo.
La abraza cuando los pubertos del bachillerato de “José María la Fragua” la ven con deseo y lujuria.
Es una historia de amor, de dos.
Una historia entre un fotógrafo y una niña, que nadie conoce.
Mi historia:
La conoció un domingo de Corpus Cristi, en el patio de la capilla del Rosario. Era la primera vez que ella visitaba la capital, y tendría como unos tres años y estaba divertidísima correteando al globero.
—¡mamá! ¡quiero un globo!
—No mijita, no tenemos dinero.
El fotógrafo iniciaba sus “chambitas” sacando placas a los niños, y cuando la vio vestida con un trajecito verde pastel y con los mocos secos embarrados hasta el cachete, sus ojos brillaron y su vida cambió.
La niña no tenía papá. Nació un llovioso y soleado 12 de agosto en Chautla de Juárez.
Su madre se dedicaba a coser vestidos y a remendar pantalones viejos.
Su padre vendía mariguana y semilla de amapola. Y un día, sin más, fue encontrado muerto junto a la casa del cacique del pueblo a causa de 8 balazos en la cabeza.
Nadie resultó culpable. Sólo murió, cuando la niña tenía 2 años y medio.
La madre tenía otros ocho hijos, 5 varones y tres hembras.
La niña era la menor.
Su hermano el de en medio partió a los Estados Unidos a buscar una mejor vida. La niña ni se enteró.
Aprendió a asar chiles y hacer tortillas a pelo en la vieja cocina de adobe de su casita de Chautla.
Creció desnutrida y lombricienta.
Lacia como las hojas de un pino.
Morena como las axilas de una memelera.
***
Ese día de Corpus Cristi, cuando el fotógrafo conoció a la niña, se acercó a su madre y le dijo:
—Soy fotógrafo, no tengo dinero, pero quiero casarme con su hija. La iré a buscar cuando cumpla los 14 y la amaré el resto de mis días.
—Cómo guste señor. Vinimos de Chautla. Ahí pregunté por mí, la costurera, o por ella, la niña.
Once años más tarde, el fotógrafo visitó a la costurera de Chautla y le entregó 47 fotos de la niña, cuando visitó la capital por primera vez. Le pagó mil 200 pesos, la tomó de la mano y se la llevó.
***
Tal vez sí sea su esposa.
O tal vez se la robó.
Un fotógrafo y una niña.
El fotógrafo y la niña.
Tal vez sea su hija.
O tal vez ella lo conquistó.
Tal vez él abandonó a una esposa y tres hijos, por ir tras de la niña.
O tal vez sólo se enamoraron.
Tal vez es sólo su discípula.
O tal vez sólo se aman.
Un fotógrafo y una niña.
El fotógrafo y la niña.
Una historia de amor entre un fotógrafo y una niña, que nadie conoce, excepto ellos.
El fotógrafo y la niña.
Ahí andan, de la mano.
El fotógrafo y la niña.



martes, enero 25, 2005

2 87 65 49

Trabaja en una oficinita del Recinto Legislativo.
Escucha los noticieros de la radio y los transcribe en la computadora.
No sé cuál sea su nombre.
Ni cuántos años tenga.
Sólo se que trabaja en una oficinita del Recinto Legislativo y que fuma Marlboro rojos.
Sentado frente a su computadora: escribe, escribe y escribe.
“buenas noches señorita” “buenos días señorita” “pásele señorita”
Eso es todo lo que me ha dicho.
Trabaja en las tardes.
Come en su oficinita.
A veces me presta la llave para ir al baño de niñas.
Es chaparrito, moreno y tiene un gran bigote en la faz de su cara.
hoy, sin más ni más, me dejó ver su dolor, su frustración y todo por una llamada telefónica:
—Mijo, sabes que significas mucho pa’ mí y que te amo. Y te deseo que te la pases bien hoy, y que sigas siendo feliz, y que seas feliz toda tu vida, como lo has sido hasta hoy. Nos vemos en la noche mijo.
Yo divagaba en una nota sobre la abrogación de la Constitución local cuando vi que colgaba el teléfono.
Me vio a los ojos y sonrió con ardua tristeza
Yo lo vi, y mis retinas se inyectaron de nerviosismo, de vergüenza, por metiche.
Pinche Selene, voltéate, voltéate.
No pude, le sostuve la mirada.
Sus ojos estaban a punto de vomitar dolor.
Intentó hablarme y no pudo.
La quijada le tembló.
Nuestros ojos fijos. Los de él sobre los míos, los míos sobre los de él.
Su dolor.
Mi dolor.
Me contagia.
Me contagió.
Por fin habló:
—Es que es su cumpleaños.
Se me cayó la mirada.
--Es cumpleaños de mijo, el mayor.
Mi mirada yacía en sus zapatos negros, polveados y desgastados.
-¿C...cómo...?
Mis párpados se abrieron a todo lo que dan... mis manos gritaban ¡¿Cómo qué?! Pero no dije nada. Sólo lo vi.
—¿Cómo quiero que sea feliz, si vive solo, encerrado en la casa...cuidando a su hermanito?
—...
—¿Será feliz? Sólo me tiene a mí y a su hermanito. Y yo lo tengo abandonado.
—...
—¿Cómo quiero que sea feliz, si tiene 10 años y vive encerrado?
—...
-Y hoy que es cumpleaños, hoy que cumple 10 años mijo, el mayor.
Sonrió con tristeza.
Y volvió a su oficinita a escribir, escribir y escribir....

jueves, enero 13, 2005

Un color menos en el arcoiris

Empezó con una esquela en la Jornada de Oriente
Su nombre junto a una cruz y un mensaje, de “nos veremos pronto”.
Difícil situación.
Aunque yo no le conocía bien, hablé con él una terna de ocasiones, pero el tipo me conquistó, es que eran sus ojos, que brillaban como luciérnagas entre sus párpados. Era feliz, o eso decía, o eso entendía él, o eso entendía yo.
Total es que todo empezó un viernes a eso de las ocho de la noche, cuando Mario Martell señaló la Jornada.
¡Ay cabrón! Respondimos Edmundo y yo.
Una esquela en la Jornada de Oriente, cambió los ánimos del jodido bochito blanco. Entonces, vamos a ver.
Era cierto, tan cierto, como ambos, como esto y aquello. Antonio, toñito pa mí, toño pa Edmundo murió.
¿Qué pedo?
Una llamada a su mejor amiga bastó para conocer el veredicto de una cuerda.
Un madrazo a mis sentimientos,justo cuando Natalie había decidido visitar el Carolino para ir a clases, a su primer día de clases, justo ahí, justo ese miércoles, justo el cinco de enero.
Años atrás, un cinco de enero cualquiera, un cinco de enero de los noventas y de los ochentas, Toño, Mundo y yo ansiábamos la noche del cinco de enero, moríamos de morbo por la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero ese cinco de enero, ni mundo ni yo morimos de morbo, él murió y no de morbo, o tal vez sí, yo qué sé.
A sus 23, a sus 22 y a mis 21, todo enfriaba diferente.
Un día que miles de niños esperaban, un día que Natalie ni siquiera imaginaba.
Natalie. ¡Qué dolor! Dolor. Dolor. Dolor. Dolor. Dolor.
Lo Primero era Toño, un luchador y líder homosexual, que vivía feliz, o al menos eso entendía él, o al menos eso entendía yo.

Lo Primero era Toño, un luchador y líder homosexual, que vivía feliz, o al menos eso entendía él, o al menos eso entendía yo, lo segundo era Natalie, su mejor amiga,su carga portafolios de problemas,su mejor amiga.

Lo Primero era Toño, un luchador y líder homosexual, que vivía feliz, o al menos eso entendía él, o al menos eso entendía yo, lo segundo era Natalie, su mejor amiga, su carga portafolios de problemas, su mejor amiga. Lo tercero era Edmundo, situación similar, depresivo hasta el prepucio, mi mejor amigo, un faje más de toño, el que vomitó al cumpleañero en el Tigre, quien cambió mi vida con la muerte de su madre,quien me cambia el ánimo con una nalgada, quien se me encima en las mañanas para despertarme, quien pedorrea mi cama y la hace cimbrar, quien se limpia el zoquete de los pies en mi cuarto y después se chupa los dedos, quien me invita mi coca si lo acompaño a la tienda, quien me regaña si me enfermo, quien me deja de hablar en sus depresiones, quien sufre de incontinencia verbal, quien según Lara es un ingrato, quien no sabe querer a otro que no sea él, quien aprendió a querer a otro que no era él y ese otro soy yo, quien dice cosas para engañarte y no engaña ni una puta migaja, y lo cuarto era yo.

Antonio Chamorro decidió darle vida a un suicidio.
Murió un 5 de enero.
Un miércoles frío, soleado y húmedo de enero.
Antonio optó por empujar su destino a un precipicio.
Dicen que fue asesinato, el perito dice que es suicidio.
Antonio confió su vida en una cuerda.
Así...
Fue encontrado muerto en sus oficinas de la tres poniente en el Centro Histórico de la ciudad, colgado de una cuerda.
Y murió.
Y con él, un color en el arcoiris...personal.
Toño:Mucha suerte en tu nuevo proyecto.Un salud, por la decisión tomada. Un coraje, por no saber nunca la verdad. Ojalá que te vaya bien, y ojalá que encuentres lo que fuiste a buscar.

Toño, carajo, que en paz descances.

Desde la redacción

Todo era igual, todo fue igual.
Olía a un domingo cualquiera: hambuerguesas al carbón, rajas en escabeche caseras, cammels añejos, lechuga, jitomate y cebolla abandonadas.
El clima era el mismo.
Al son de las teclas.
Al ritmo de Rodolfo Ruiz.
e-consulta pegado con papel pegajoso en la dura puerta color champagne.
Las flores de noche buena ya secas.
Sin el santa claus luminoso, sin el pinito naco resplandeciente.
La navidad abandonó la oficina.
Las ángeles de Rudi sentadas cada una en su respectiva silla rodante, frente a su respectiva y veloz máquina.
Todo era igual, pero sabía diferente.
Del lado poniente de la oficina, ahí en donde va el teléfono.
Faltaba un santo, de esos santos de San Juan Cholula de Chiapas.
De esos que lloran sangre y ojos rabiosos
De esos que no sabes si persignarte ante ellos, o de ellos.
Faltaba ella, la causa del niño talento de Cambio.
Ella, que rompió madres a lo pendejo.
Blanca comunista, stalinista, enferma del riñón hinchado.
La ventana cerrada por el pinche frío de diciembre.
Todo igual, pero diferente, algo así como una homogenización heterogénea, como una pornografía religiosa, como una ríos andraca marihuana y piruja.
Contradictorio, pues.
Mi silla seguía a la misma altura.
La computadora de Edmundo aún yace vacía.
La mía también.
Pero la de él, huele a abandonado.
La mía, a tal vez regresa.
Mi silla con el mismo respaldo, un poco fría, pero ahí estaba.
Un miércoles cualquiera, que olía a domingo cualquiera.
RRR postrado en su oficina
Concentrado en su columna, muy chafa la de hoy por cierto.
Su suéter sobre el escritorio de enfrente.
Los libros siguen en la misma fiesta.
Su cubo del El Universal a su derecha.
Ni un santo en la oficina.
Noches buenas ya secas en los archiveros.
Tasas sucias y mohosas en la cafetera.
Un bote de crema para café Irlandés y otro Francés con vainilla.
Todo era igual
Como si nunca hubiera dejado de ir.
Como si ayer hubiera estado ahí.
Desde la redacción todo luce igual
e-consulta, también.
El ánimo es el mismo.
Las ángeles de Rudi cortándose las venas con Nicho Hinojosa.
Mientras que antes, se la cortaban con Bronco y Temerarios, por mi causa.
No corría sangre.
e-consulta no menstruó ayer.
Sólo tres adictos al trabajo, aún después de la medianoche conectados a su mensajero.
¿Cómo te sientes?
Rara, pues.
¿Segura que no quieres regresar?
Sí.
Mi beso Rodolfo...
Ahora que ya no eres mi jefe ¿ya se puede no?
Carcajadas desde la redacción.
Frío desde la redacción
Una Agenda con textos de Pedro Páramo de Juan Rulfo
Una botella de Vino Espumoso
Y un disco de sepa la chingada qué.
Ese fue el motivo para regresar.
La mirada y la desesperación de ellas, un motivo para salirme.
Novios nuevos
Más delgadas.
Nuevo trabajo una de ellas.
Errores antes impensables.
Poco atractivo, menos consultado.
Desde la redacción
Sin ese santo llorando sangre con ojos rabiosos.
De esos... de esos...
Ni modo pues.
Nada más y ya.
Y ya pues.
Anda, que me gusta el olor a nuevo.
El sabor extraño.
Pero no de alcachofas.
Perdón pues: un texto chafa, por la culpa de un día chafa, en un momento chafa, cansada por no ver más, una columna chafa... pero hoy fue distinto, no me supe extraña, me supe al cambio... A ver que sale.




lunes, enero 03, 2005

La estaca, el sapo y la culpa.

Creo que muchas personas importantes en mi vida, no han sido tomadas en cuenta en esta madre de blog y de blof… por eso pa ustedes…

Yo no me sabía bien la rola.
Que si la sapa
Que si la rana…
No Selene, dijeron ellos, y como diría pepito, el hijo menor de Margarita Argüelles: “así no va”
Cómo sea, aquel 25 de diciembre sobre la carretera de Acapulco Diamante, Iván sonrió o se burló de mí al escucharme tarararear… taka, taka, taka, taka…
Entonces, Charlie, después de reventarse un pedo cantó:
“¿qué culpa tiene la estaca? si el sapo salta y se ensarta… taka, taka, taka… (…)”
Ah.
¿Qué diferencia no?
“¿qué culpa tiene la estaca? si el sapo salta y se ensarta… taka, taka, taka… (…)”
Total, esa rola…“¿qué culpa tiene la estaca? si el sapo salta y se ensarta… taka, taka, taka… (…)” por encima de Chico Ché que la interpretó en sus mejores años, fue la causante de una sonrisa del hombre más serio que conozco… Gracias al tabasqueño y a mi pésima memoria y mi casi nula habilidad y talento para cantar… él sonrió.
Entonces…
“¿qué culpa tiene la estaca? si el sapo salta y se ensarta… taka, taka, taka… (…)”
Anda, Iván… déjame arrancarte otra sonrisa…

¿Y la historia?

Ah, de veras…
Esa es la historia, de un sapo convertido en sapa, de vez en cuando en rana, de la estaca que sólo se escuchó decir taka, taka, y la culpa, ¿de quién fue?.
De Chico Ché…
Del pedo de Charlie…
De mi pésima manera de cantar…
De la vieja camioneta…
De la carretera Acapulco Diamante…

¿Y Charlie?

Él, Charlie, mi primo, de mis consentidos, él.
Pelea con su soledad. Frustración. Dolor. Encierro.
Iván, también.
¿Y yo? En las mismas. Por eso nos queremos. Por eso los silencios entre los tres los entendemos… nos queremos. O al menos lo intentamos.
¿Y la rana?
Era sapo…
¿Ajá y el sapo?
Ah pos él tuvo la culpa no la estaca, porque… “¿qué culpa tiene la estaca? si el sapo salta y se ensarta… taka, taka, taka… (…)”

Por eso cada vez que escuche esa canción, por el resto de sus días y de los míos, y de los tuyos, me acordaré de aquel 25 de diciembre sobre la carretera Acapulco Diamante con destino al mar.
Con destino a mi miedo y al dios.
Al mar.
Como cada 25 de diciembre y el fútbol.
Como cada navidad con los Ríos.
Al mar. No la playa.
Al mar.
Insaciable. Donde todos, al término del partido se meten al mar a echarse la última miada de la tarde. Mientras yo y mi puto romanticismo eufórico, insulso y egoísta contempla con tus siete sentidos como el sol es devorado por la ola invisible del mar del pacífico. Allá por Acapulco.
Donde la lujuria y el alcohol. Yo no.
Pa ustedes… que tanto quiero.